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domingo, 12 de septiembre de 2010

EL MILAGRO DE LA COMUNICACIÓN




El diálogo ya no es parte de un Emisor-mensaje-receptor, sino que se comenzó a utilizar explicaciones circulares, en donde emisor y receptor están en continua interacción, en medio de un flujo de muchos otros factores, ahora es, emisor-mensaje-receptor-respuesta…
Entonces, cuando esto falla, la mayoría de los fenómenos incluidos en la denominación tradicional de psicopatología son “Trastornos de la comunicación”.


En el matrimonio:

Cada hombre es un adversario potencial, incluso aquellos a quienes amamos, solo por medio del diálogo somos salvadores de esta enemistad. “El diálogo es el amor lo que la sangre es al cuerpo”, cuando cesa la circulación de la sangre, el cuerpo muere. Cuando cesa el diálogo, el amor muere y nacen el resentimiento y el odio. Sin embargo el diálogo puede resucitar  una relación muerta. Efectivamente, éste es el milagro del diálogo: puede engendrar una relación nueva, y también puede dar nueva vida a una relación que ha muerto.


Hay una sola condición para que haya diálogo: debe ser recíproco y proceder de ambos lados, y los participantes deben persistir denodadamente. Existen riesgos al entrar en diálogos, pero cuando dos personas lo acometen y aceptan su temor de hacerlo, puede desencadenarse el poder milagroso del diálogo.


El diálogo no es cosa cómoda ni fácil de lograr, lo que constituye un hecho que puede explicar por qué se produce  tan raras veces. Y esta escasez de manifestaciones   explica la frecuente ausencia de sus beneficios en nuestra comunicación de los unos con los otros.
La comunicación significa vida o muerte para las relaciones de las personas.


Además de las diferencias como hombre y mujer, hay otras diferencias multifacéticas entre ellos, algún acontecimiento en que ambos han participado los ha juntado, tal como un encuentro de los ojos, o el reconocimiento mutuo en una discusión de que comparten la mismo opinión o actitud. Es aquí donde comienza el diálogo. Entonces cada uno de ellos intenta buscar y explorar al otro. Es importante saber quién es el otro verdaderamente y por medio del diálogo, que emplea tanto el lenguaje de la relación como el lenguaje de las palabras procura conocer la vida  a través del otro. Nace el amor de este diálogo en que existe tanto la intimidad de aquello que estas dos personas comparten en común, como la distancia del misterio insondable de cada una. El brotar de esta conciencia mutua en la relación revela una distinción importante entre el amor monológico y el diálogo. 



El amor monológico goza sólo, egocéntricamente de los sentimientos de una relación.  El amante explota a la  amada por el dividendo emocional que pueda sacar. POR EL CONTRARIO el amor dialógico  es altruista. El amante se vuelve a  la amada no para disfrutarla “egoístamente”, sino para servirla, para conocerla y por medio de ella ser. Recíprocamente la amada busca al amante no para disfrutarlo para sí, sino para servirle, conocerle y conociéndole y siendo conocida por él, encontrar su propio ser.


En el amor dialógico existe el disfrute del amor; pero como este amor no es explotativo,  el gozo aumenta más que disminuye el poder de amar.


En todo aspecto de la relación se debe convertir en un vínculo para el diálogo, la actividad verbal, la vida juntos, el asumir responsabilidades, las relaciones sexuales, las diversiones. Y esta relación continuará siendo una relación viva mientras cada uno se mantenga en comunicación con el otro.


A medida que cualquiera de los dos en diálogo, comienza a preocuparse más por sí mismo, que por el otro, cuando emplea al otro como una cosa para cualquier fin, cuando se esconde en una actitud defensiva, el matrimonio se ha hecho monológico y se ha roto. La curación puede venir solo cuando el uno y el otro son capaces de volverse hacia su pareja, aceptar el riesgo de entregarse en amor, y sondearse a sí mismo en búsqueda de cualquier reforma  que sea necesaria.

Una esposa por ejemplo puede ser capaz  de hacer este acto de entrega dadivosa, y sin embargo fracasar en la curación, porque su marido no quiere aceptar la dádiva y entregarse a si mismo en reciprocidad. Pero si él puede y quiere, entonces ocurrirá el milagro y la relación muerta volverá a despertar a una nueva vida.